Capitulo Primero -TRES TRISTES TIGRES

TRES TRISTES TIGRES
A lo largo de los años, que duda cabe, he conocido multitud de jóvenes aspirantes a una brillante carrera profesional que llegaron hasta nuestro departamento de RR.HH. seleccionados como consecuencia de sus notables y significativos C.V. académicos.

Me vienen a la memoria tres, M.M, MD y MH, hombres o mujeres, seguro que ellos se reconocen por las iniciales, que tenían todo para haber triunfado y sin embargo… no ocurrió así, al menos en los términos y estereotipos con los que juzga el éxito nuestra sociedad.

M.M, hoy en día, explota, como franquiciado, una conocida franquicia con dos locales alquilados.
MD, debe andar por su decimoquinta empresa, cambios en pura línea horizontal en los últimos tiempos, y M.H. figura como gerente financiero de una empresa familiar de gestión administrativa y Gestoría.

No digo, porque no he llegado a saberlo, que ninguno de los tres, sea infeliz en la actualidad; solo afirmo que sus expectativas laborales y profesionales, hace quince años, no se han correspondido para nada con la realidad alcanzada hasta el presente. No era lo que ellos esperaban.

Inquietos, dinámicos, con voluntad y sacrificio; gente estable con buena capacidad de razonamiento y conocimientos de base, siempre dispuestos a aprender y a intentar encontrar el lado “mas creativo y no convencional” de los temas. Inteligentes, sin duda, y con claro perfil hacia un talento que manifestaba amplias posibilidades para su desarrollo.

¿Qué ocurrió entonces? De nuevo se cumplió ese tópico que afirma que solo el 20% de los jóvenes “que pintan bien terminan llegando a ser buenos pintores”. Una amarga leyenda urbana.

MM. era, independientemente de otras fortalezas y virtudes, esencialmente demasiado débil y blanda, en el mal sentido de la expresión, para el mundo del business. En exceso sonriente para con todos, exageradamente condescendiente, huidiza de los conflictos e incapaz de asumir que alguien le pudiera llamar “mala”. Con el tiempo, llegué a entender que su caso hundía sus raíces en una patológica falta de confianza en si misma, que la obligaba a buscar, más allá de lo debido, la aceptación de los demás. Las consecuencias de este problema, que desafortunadamente no quiso afrontar (ya que mas de una persona, me consta, se lo intento hacer ver), fue que los equipos “hacían de ella mas de lo que ella hacia de los equipos” (nos entendemos); que ciertas manzanas podridas abusaron de su buena fe, desatendiendo sus advertencias; que algún jefe toxico la utilizó como cortafuego para determinados fines impuros y, finalmente, que algún otro jefe terminó por achacarle con irritado desprecio que siempre se achara sobre la espalda todos los marrones, liberando indebidamente a los demás de su inegociable responsabilidad.

M.D. era una persona incapaz de “poner firmes a su mente guerrillera y disciplinar una voluntad anárquica”. Llegaba, casi siempre, el primero al trabajo y se iba el ultimo… ¿Quieren creerme si les digo que el principio de la jornada sobre su mesa tenia 12 temas para resolver y al final de la misma… los mismos doce y otros 8 mas?

No era capaz de establecer una secuencia de resolución y cierre de los asuntos; a modo de cómo se reproducen las esporas, cada uno, cada problema, a la hora de enfocarlo, se convertía en dos (a veces con ideas y alternativas muy interesantes, originales y encuadradas desde ángulos nuevos) pero… resultaba imposible que culminara o cerrara algo… Cada cuestión devenía en tres oportunidades, lo cual estaría muy bien si al final se rematara cualquiera. Eso no resultaba posible para M. D. nuevamente las 3 oportunidades se convertían en 6 opciones… Y así siempre, en un majestuoso proceso de incesante demultiplicación.

¿Cuestión de indecisión? ¿Falta de madurez hacia la responsabilidad? ¿Nulo sentido del tiempo y la prioridad? ¿Quizás, en el fondo, miedo a comprometerse?

El insistía en sus grandes dotes creativos y en su espíritu abierto e innovador; era cierto pero también lo era que la gente hacia inmensa critica, a veces teñida de burla hacia “el increíble M”… capaz de cualquier genialidad salvo de concretar lo mas mínimo, con la consecuencia de arrastrar hacia el caos a todos y todo lo que tenia a su alrededor.

Hubo que empezar advirtiéndole, luego amonestándole y, finalmente, apartándole de las cuestiones más importantes que demandaban diligencia y decisiones claras, para asignarle tareas ¡donde no la liara!... Un departamento de Asuntos Inútiles. ¡Que pena!

M.H necesitaba otro dato mas para decidir, siempre otro dato adicional para estar seguros de no equivocarnos. Otro dato… que una vez obtenido por sus equipos, debía revisar personalmente y con la máxima minuciosidad y precisión a efectos de asegurarse de que no contenía “algún virus en sus cálculos o en la interpretación” Después, se encerraba solo en el despacho y se supone daba una y mil vueltas a la decisión que debía adoptarse. ¿A o B? ¿B o A? Recuerdo que llenaba una pizarra confrontando los argumentos a favor de A y en contra de B y luego los que juzgaba a favor de B y en contra de A. Y, mientras, fuera, en otros despachos, personas esperando la decisión de M.H. Decisión que muchos veces consistía en… lo han adivinado… recabar un nuevo dato; “de verdad esta vez el ultimo y definitivo, para estar seguros…”.

Cuando una vez me vino con toda la lista de argumentos que entre si neutralizaban la decisión entre A o B, intente hacerle reaccionar de su enfermiza indecisión crónica con una cruel incitación: saqué una moneda, la eche al aire y según lo que cayó le dije… “El destino ha elegido B”. No solo no entendió el mensaje sino que se ofendió, transmitiéndome que el tema a resolver resultaba demasiado grave para dejarlo el azar o tomarlo a broma.

Hable con él, una, otra y decenas de ocasiones… No sirvió para nada; era un caso perdido; su indecisión disfrazada de la necesidad de ser riguroso a la hora de estudiar todos los aspectos que involucraban una determinación se fue asentando cada vez más firme y arraigada en su interior. Cuando alguno de sus colaboradores empezó a saltarse y tomar decisiones sin contar con él comprendí que el problema había llegado demasiado lejos y se nos había escapado de las manos.
De M.H. tengo noticias mas recientes que confirman que… tantos años después, sigue igual…

Conclusión: tres historias tristes, amargas, probablemente duras e incomodas, que confirman que no todos aprenden a enfrentarse a sus propios defectos a la hora de marcar valores y ventajas como managers. Saber, como tal, ni es lo único ni lo más importante.

¿Habrían estudiado un Master?

Como esta, mas alegres o aciegas, encontrara el lector unas cuantas historias a lo largo de los siguientes capítulos. No dude de su autenticidad. Quizás se identifique el mismo con alguien